El ser humano no es omnisciente; muchas tradiciones, costumbres o estructuras heredadas son útiles para defender nuestras libertades aun cuando no lleguemos a entender cómo funcionan. De hecho, las revoluciones que tratan de hacer una completa tabula rasa del pasado suelen ser revoluciones profundamente liberticidas y criminales que no dudan en arrasar con todo aquello que no encaje en su limitada visión del mundo.
El uso que hace Lacan del término «dialéctica» (la «dialéctica del deseo») no significa que el deseo siga la versión ampliamente difundida de la dialéctica hegeliana —tesis, antítesis, síntesis—; significa que el deseo se pone en movimiento, se libera de la fijación inherente a la demanda.
Lo que distingue al sujeto mentalmente sano no es la ausencia de conflictos, externos o intrapsíquicos, sino la capacidad de afrontar unos y otros, y de resolverlos de manera tal que sean las pulsiones libidinales de amor y crecimiento quienes regulen el comportamiento y adaptación, o, en su caso, la lucha contra las circunstancias que se oponen al desenvolvimiento y a la vida.
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