Mañana me quitarán
los vendajes. Me pregunto:
¿veré media naranja,
media manzana o medio
rostro de mi madre
con el ojo que me queda?
No vi la bala
pero sentí su dolor
que explotaba en mi cabeza.
Su imagen no se
desvaneció, el soldado
con una gran arma, manos
nerviosas y una
mirada en sus ojos
que no pude entender.
Lo veo aún claramente
con mis ojos cerrados.
Quizás en nuestras cabezas
todos tenemos
un par de ojos de más
para reemplazar
los que perdemos.
El mes próximo, de cumpleaños,
tendré un nuevo ojo de vidrio.
Tal vez las cosas se verán curvadas
y gruesas en el medio.
He mirado a través de todas mis canicas
y ellas hacen que el mundo se vea raro.
He oído que alguien de nueve años
también ha perdido un ojo.
Me pregunto si mi soldado
fue quien le disparó -un soldado
en busca de niñas que lo miran a los ojos.
Ya tengo edad suficiente, casi cuatro años.
He visto suficiente de la vida
pero ella es una bebita
que no sabe nada.
Del diario de un niño de casi cuatro años/Hanah Ashrawi, 1946