En las sombras polvorientas de Arlington, Texas, donde el sol del sur quemaba como un riff distorsionado, nacía una bestia que aún no sabía rugir. Era 1981, y dos hermanos, Vinnie Paul y Darrell Abbott –el futuro Dimebag–, armados con baterías y guitarras, reunían a un puñado de soñadores para formar Pantera. Inspirados en el rugido de los motores y el glamour de la era, bautizaron la banda como el elegante auto italiano, pero su sonido inicial era puro hairspray y spandex: un hair metal efervescente, influenciado por Van Halen, Kiss y el eco sureño de ZZ Top. Con Terry Glaze en la voz, un vocalista de melena rubia y aires de estrella de rock, y Rex Brown en el bajo, lanzaron su primer álbum, *Metal Magic* (1983), en su propio sello independiente. Era un disco de fiesta, con riffs melódicos y letras que hablaban de noches salvajes, producido por el padre de los Abbott en un estudio casero. Pantera tocaba en clubes locales, abriendo para Stryper y Dokken, ganando fans en Texas y Oklahoma, pero el mundo más allá parecía un desierto inalcanzable.
Los años siguientes fueron un torbellino de sudor y amplificadores. *Projects in the Jungle* (1984) llegó con un toque más pesado, menos melódico, como si la jungla del título simbolizara el caos interno que empezaba a bullir. Grabaron un video para "All Over Tonight", pero las ventas eran modestas; apenas 25.000 copias de su tercer disco, *I Am the Night* (1985), que ya coqueteaba con un metal más crudo. Sin embargo, el glam los ataba: trajes ceñidos, poses teatrales, un estilo que empezaba a oler a caducidad en una escena dominada por el thrash emergente. Metallica con *Master of Puppets*, Slayer con *Reign in Blood* –estos discos llegaban como truenos, y los Abbott los devoraban en mixtapes compartidos. "Estos tipos están cambiando el juego", murmuraba Darrell, mientras afinaba su guitarra más baja, buscando ese tono que cortara como un cuchillo.
El punto de quiebre llegó en 1986, como un trueno en una noche texana. Terry Glaze, con su voz aguda y su amor por el glam, ya no encajaba. "Queríamos algo más pesado, más real", recordaría Vinnie Paul años después en una entrevista para Rolling Stone. Audicionaron vocalistas: un clon de David Coverdale que no daba la talla, un breve paso de Rick Mythiasin, hasta que apareció Phil Anselmo, un chico de 18 años de Nueva Orleans con una voz rasgada por el punk y el hardcore. "Fue inmediato", dijo Anselmo en una charla con Addicted to Vinyl en 2010, celebrando los 20 años de *Cowboys From Hell*. "Entré y sentí que esta banda era mi destino". Anselmo traía cintas de Exhorder, Rigor Mortis y Overkill –especialmente *The Years of Decay*, que moldeó el tono de guitarra de Darrell–. "Nos cansamos del hair metal", confesó el productor temprano de la banda en Ultimate Guitar. "Por *Cowboys*, ya habían hecho la transformación".
Con Anselmo al frente, grabaron *Power Metal* (1988), un puente tambaleante entre mundos. Aún había ecos glam, pero los riffs eran más thrash, la voz de Phil un gruñido primal que contrastaba con el falsete de Glaze. Desecharon el spandex en una reunión legendaria: "Estas ropas mágicas no tocan música; nosotros lo hacemos. Salgamos en jeans y veamos qué pasa", proclamó Vinnie. Rechazados por 28 sellos mayores, persistieron, tocando sin parar en el circuito sureño. Megadeth quiso a Darrell, pero él se negó sin su hermano. Entonces, en 1989, el destino golpeó: Mark Ross de Atco Records vio un show en Texas. "Al final de la primera canción, mi mandíbula estaba en el piso. El poder sónico, la actitud... ¿cómo no pensar '¡Mierda santa!'?", recordó Ross. Firmaron con Atco, y reclutaron a Terry Date como productor –el mismo de Soundgarden y Overkill– para capturar esa "groove metal" naciente, un híbrido de thrash preciso y swing sureño.
El estudio Pantego se convirtió en un crisol de furia. Darrell bajaba las cuerdas, creando riffs que machacaban como martillos; Vinnie aceleraba los beats con un groove imparable; Rex anclaba el bajo en un pulso terroso; y Anselmo escupía letras de rebeldía texana. "Cowboys From Hell era sobre nosotros saliendo de Texas, sintiéndonos fuera de lugar. La gente no asocia Texas con metal pesado", explicó Vinnie en una entrevista. El álbum, lanzado el 24 de julio de 1990, era una metamorfosis completa: abandonaron el glam por un sonido extremo, mid-tempo thrash con breakdowns que invitaban al mosh. Temas como el título homónimo rugían con un poder nuevo, "Cemetery Gates" un balada épica que Metal Hammer llamó "una de las mayores baladas en la historia del metal". Pantera había mutado de gatitos glam a cowboys infernales, redefiniendo el metal para los 90. Scott Ian de Anthrax, al oírlo, lo llamó "realmente pesado", un punto de no retorno.
De las cenizas del hairspray surgió una leyenda: un sonido que salvó al metal del grunge, influenciando a generaciones. Pantera no solo cambió; evolucionó, como una pantera que, al fin, aprende a cazar en la oscuridad.