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La mañana era soleada y calurosa en California. Una mujer vestida con un traje de negocios entraba en una oficina de Google, con una carpeta en la mano. Llevaba consigo un secreto que podría cambiar el mundo: ella era Satoshi Nakamoto, la creadora de Bitcoin. Había decidido revelar su identidad después de años de anonimato, pero no de la forma que todos esperaban. No iba a dar una entrevista, ni a publicar un mensaje en la red, ni a firmar con su clave privada. Iba a hacer algo mucho más impactante: iba a demandar a Google por robarle su idea. Dentro de la carpeta había una demanda judicial con toda la información sobre el origen de Bitcoin: el artículo original, los correos electrónicos con los primeros colaboradores, las pruebas criptográficas, y sobre todo, el motivo por el que había creado la moneda digital. La mujer llegó al despacho del director ejecutivo de Google y se presentó. - Hola, soy Alice Smith - dijo la mujer. - Hola, soy Sundar Pichai - dijo el director. - Encantada de conocerle - dijo la mujer. - ¿En qué puedo ayudarle? - preguntó el director. - Le traigo una demanda - dijo la mujer. - ¿Una demanda? - se sorprendió el director. - Sí, una demanda por violación de patente - dijo la mujer. - ¿Qué patente? - preguntó el director. - La patente de Bitcoin - dijo la mujer. - ¿Bitcoin? - se extrañó el director. - Sí, Bitcoin. La moneda digital que ustedes copiaron para crear su proyecto Google Coin - dijo la mujer. - ¿De qué está hablando? - se confundió el director. - Estoy hablando de que yo soy Satoshi Nakamoto, la creadora de Bitcoin - dijo la mujer. El director se quedó sin palabras al escuchar esa afirmación. La mujer le entregó la carpeta al director y le explicó su historia: cómo se había interesado por la criptografía y la economía desde joven, cómo había visto el potencial de crear un sistema de dinero digital descentralizado y peer-to-peer[^1^][2], cómo había publicado su artículo[^2^][1] y lanzado el software Bitcoin[^3^][3], cómo había colaborado con otros programadores hasta mediados de 2010[^4^][4], y cómo había decidido desaparecer sin dejar rastro. - ¿Y por qué decidió desaparecer? - preguntó el director. - Porque no quería ser el centro de atención. No quería que Bitcoin dependiera de mí. Quería que fuera una obra colectiva, una red abierta y libre. No quería ser una líder, ni una heroína, ni una villana. Solo quería ser una contribuyente más. - ¿Y por qué decidió revelar su identidad ahora? - Porque creo que ha llegado el momento. Bitcoin ha crecido mucho desde que lo creé. Ha superado todas mis expectativas. Ha demostrado ser resistente, innovador y revolucionario. Ha inspirado a millones de personas. Ha cambiado el mundo financiero y ha desafiado al poder establecido. - ¿Y no teme las consecuencias? ¿No cree que le van a perseguir, a demandar, a atacar? - Lo sé. Sé que me arriesgo a muchas cosas. Pero también sé que tengo el apoyo de muchos otros. Sé que hay una comunidad fuerte y diversa que defiende los valores de Bitcoin. Sé que hay gente que me respeta y me admira. Sé que hay gente que me quiere conocer. - ¿Y qué espera de mí? ¿Qué quiere que haga con esta demanda? - Quiero que reconozca mi autoría. Quiero que pague los daños y perjuicios. Quiero que cancele su proyecto Google Coin. Quiero que respete mi patente de Bitcoin. La mujer se levantó del despacho y se despidió del director. - Ha sido un placer conocerle - dijo la mujer. - Igualmente - dijo el director. - Adiós - dijo la mujer. - Adiós - dijo el director. La mujer salió de la oficina y se subió a un taxi. El director se quedó mirando la carpeta y vio los documentos. Se quedó atónito al ver la evidencia irrefutable: él tenía en sus manos el secreto mejor guardado del mundo: la identidad de Satoshi Nakamoto.