Resolver problemas complejos con responsabilidad suele implicar decisiones impopulares que generan malestar social a corto plazo, lo cual puede traducirse en pérdida de votos.
Por eso, muchos políticos optan por atajos populistas: medidas que satisfacen de inmediato, pero que solo posponen los verdaderos problemas.
Cada gobernante que recibe este problema lo evita, lo disfraza o lo maquilla, y así la "bola" crece con cada relevo.
Con el tiempo, el problema se vuelve tan grande que ya nadie puede sostenerlo. Cuando finalmente cae, arrastra consigo la estabilidad del sistema.




