En los años 60 los hombres debían saber de mecánica. Formaba parte de la masculinidad el saber arreglar un coche. O al menos fingir que sabías. Se llevaba la parafernalia de abrir el capó y echar un ojo cuando se averiaba. A menudo se miraba el motor humeante sin entender nada. Con el paso de las décadas y la mayor complejidad -sobre todo electrónica- de los vehículos, esto ya fue quedando muy atrás. Hace bastante que no veo a nadie hacer el paripé de abrir el capó. Ahora lo que veo es gente con chalecos amarillos haciendo llamadas. Bien. Pero una nueva máquina ha llegado para sustituir esa obligación: el PC. Y, ay, ahora la frágil masculinidad se enfrenta a la obligación de saber arreglar el PC o al menos fingirlo. No, no lo lleves a la tienda de la esquina para que el informático del barrio te lo arregle. Tú puedes, no, TÚ DEBES saber arreglarlo. Sumérgete en tutoriales hasta que lo saques, o no serás un hombre.
Sigo con la lectura de “España diversa” de Eduardo Manzano Moreno, que desmonta con método científico muchos lugares comunes de la historia de España. Algo que me ha sorprendido especialmente es que en el siglo XV y XVI el reino de España no tuviera ninguna política lingüística que buscara utilizar el idioma castellano como vehículo para afianzar su poder en su imperio peninsular y americano. La publicación de la gramática de Nebrija -la primera gramática del castellano- en el año 1492 solo es una casualidad. El castellano nunca se concibió ni sirvió para esos fines políticos de expansión del imperio castellano leonés que tantas veces se le han atribuido. La verdadera campaña de penetración ideológica fue hecha a través de la religión católica, lo cual tiene todo el sentido, porque es mucho más fácil adoctrinar a alguien en una nueva religión que hacerlo renunciar a su idioma materno para que use uno impuesto desde fuera. Eso es muy difícil o casi imposible. En el siglo XV y en nuestros días.
Me encantan los profesionales de alto nivel que se apañan con herramientas de mierda. Dejan en ridículo a todos los consumidores que nos lanzamos a escaladas de equipamiento a cada labor que nos tomamos en serio. Mi profe de canto tiene una guitarra española con las cuerdas tan despegadas del mástil que le tiene que poner una cejilla para poder tocarla. Luego tiene un ordenador de 2005 y un altavoz bluetooth. Y eso es todo su equipo. Sobra decir que es una jefa absoluta.
Otra cosa interesante de acercarse hoy al estudio de la Edad Media es que puedes aplicar al periodo las mismas gafas con que en el siglo XXI estamos llamados a acercarnos al otro, es decir; desde el respeto y la curiosidad por su diversidad, por sus circunstancias, para comprenderlo en lugar de despreciarlo con prejuicios gruesos. No sé si hay un equivalente a "homofobia" o "racismo" para hablar de la discriminación a personas por ser de una época no dominante. El edadismo está cerca de eso, en cuanto a que en las últimas generaciones hemos vivido saltos cualitativos tremendos en lo histórico. Pero en general no convivimos con seres de otras épocas, y por tanto podemos despreciarlos sin miedo a herir a nadie. Otra posibilidad es intentar aplicar la misma empatía a nuestros antepasados que la que hoy nos parece obligada para comprender a nuestros iguales. En general, esa empatía surge por si misma en cuanto estudias un periodo en profundidad. Descubres una humanidad en las personas del pasado que, en el fondo, es igual a la tuya, solo que en un contexto totalmente diferente. Y así es como el pasado se llena de vida y su estudio te sumerge en un encuentro fascinante con el otro.