Bueno, pues ya tenemos todo listo para empezar a publicar "El cura y el barbero", mi nuevo podcast realizado con mi amigo y colega Alberto Torres Blandina, en el que comentamos y explicamos los clásicos de la literatura española con nuestro particular enfoque (un poco como vengo haciendo por aquí). Tenemos dos portadas y quería yo preguntaros cual os gusta más. A mí me gusta más una y Alberto más otra, así que necesitamos terceras opiniones para desempatar. :blobcatthx: #podcast #literatura
Tengo un favor que pediros. Acabo de sacar un libro. Se llama “Martillos o ciudades” y propone una filosofía de vida online para “usar sin ser usado”. Con este libro quise que el medio fuera el mensaje. Y por ello renuncié a venderlo en Amazon y a promocionarlo en redes sociales corporativas. Además, decidí que lo regalaría con licencia libre su versión en epub. Por todo ello, mi único medio para promocionarlo entre gente más allá de mi círculo de proximidad es Mastodon. Así que ahí va el favor: Ayúdame a encontrarle lectores. Dale una oportunidad tú mismo y échale un ojo al epub. Es gratis. Lo tienes en el link de abajo. Difunde este mensaje. O si te gusta el libro, difunde el epub entre tu gente. O, si te lo puedes permitir, considera la posibilidad de comprar un ejemplar en papel. Fue manufacturado en una imprenta familiar de Salamanca para apoyar el pequeño comercio local, y está impreso en papel reciclado. También lo tienes en el link de abajo. En fin, gracias por ayudarme a que salga bien esta apuesta mía por las redes alternativas. Creo que así también alentamos a otras creadoras y creadores de Mastodon a tomar el mismo camino. Y de paso mil gracias a los que ya habéis apoyado el libro de un modo u otro. :ablobcatheartsqueeze:
Creo que a todos nos surgen oportunidades para jugar a ser capitalistas neoliberales en miniatura. Acabo de recibir el presupuesto de una imprenta digital local para imprimir mi nuevo libro. Su presupuesto triplica el precio de lo que cuesta hacerlo en el servicio KDP de Amazon. El neoliberal que vive dentro de mí dice: no son competitivos, se están columpiando demasiado del precio del mercado, de qué van, con todo el trabajo que te ha costado escribir el libro, al final los beneficios de su venta van a ir para la imprenta, no es justo: Amazon. Por suerte, he hecho un compromiso público de no usar Amazon ni ninguna otra mega empresa, así que el neoliberal está jodido. Con todo, también es posible que la imprenta local tenga que replantearse un poquito sus precios. Los negocios locales no dejan de ser negocios y como tal, su ética hacia el consumidor puede ir de nefasta a magnífica. Mi solución intermedia ha sido escribirles preguntándoles si pueden ajustar un poco más el precio, dado que su presupuesto triplica el precio de mercado impuesto. Les explico que quiero imprimir en local por razones éticas y estoy dispuesto a pagar más, pero que me ayudaría que lo bajaran un poco. Y que si no puede ser, no pasa nada. En fin, ha sido un correo muy raro de escribir, porque está fuera de la lógica pragmática que impera en una comunicación comercial. El factor ético debe ser reducido a una ecuación matemática. ¿Cuánto pueden rebajar para seguir cobrando un precio justo para ellos, teniendo en cuenta que yo acepto pagar más solo por principios? Otro día en 2025, folks. A ver qué me responden.
Hay una cosa que me molesta bastante: Cuando se defiende la cultura de entretenimiento como la propia de la clase obrera, de la gente pobre, de la gente de la calle, del pueblo, etc. Según esta visión, el pueblo -las clases populares-, con la cultura, solo quieren entretenerse, pasar el rato y distraerse, aliviar sus penas, reírse, sentir emociones bonitas y, sobre todo, no pensar. Y quien vaya contra esta idea de cultura es un snob, un elitista. Para mí, esta visión de lo popular es reaccionaria y estupidizante. Mentes inquietas, insatisfechas, que aspiran a profundizar, que piensan, que ansían liberarse de los códigos establecidos, que buscan conocer y sentir aunque duela y agite y perturbe, mentes, en definitiva, que no rehuyen la complejidad, sino que la abrazan, nacen en todas las casas, en todos los barrios, en todos los países. Y para que esas personas desarrollen su identidad lo primero es reconocer que la ambición cultural es universal, y no propia de una clase privilegiada. Y por lo mismo, que la cultura de entretenimiento no reivindica ningún valor inherente a las clases populares.
“Es que los jóvenes de ahora ya no se esfuerzan/sacrifican/sufren/ como antes. Son la generación de cristal”. Pos claro. Y bien que hacen. Porque de eso va el progreso social: de tolerar menores cantidades de sufrimiento propio y ajeno. Y ese es el único progreso que realmente importa: atenuar el dolor de vivir. “No, no, el dolor es importante”. Pos claro. ¿Acaso están los jóvenes ERRADICANDO el DOLOR? Ja. Como si se pudiera. La defensa de la escuela del dolor es siempre reaccionaria.
Paso estos días con mi pequeña familia; gente amable, tranquila y respetuosa. Pero aún así para mí es un desafío mantener la cordialidad durante 3 días seguidos de asueto con la charla y la comida como actividad principal. Además, hace 3 años dejé de beber y ya no puedo recurrir al alcohol para facilitarme la tarea. Y según pasan las horas se nota quien va dopado y quien no. El proceso me agota mucho más que mi día a día laboral. Tengo una batería social de níquel viejo. Voy arañando horas sueltas para escabullirme y que mi mente logre relajo con alguna actividad solitaria, pero no me da para cargar la batería entera. Así que acabo funcionando en modo automático; fingiendo las emociones de cordialidad suficientes para no ofender a nadie. Y aún así, al final de la noche, empiezo a enajenarme. Me preguntan qué me pasa y les soy sincero: estoy agotado de socializar. Son buena gente, me entienden. Tengo suerte. No aspiro a que me gusten estos planes. Hoy por hoy no me iría a pasar un fin de semana de asueto ni con un grupo amigos ni con familia. No lo disfruto. No es para mí. Pero sí quiero poder aportar a gente que me quiere, que se lo merece, esa presencia cordial que para ellos es importante en momentos señalados. Creo que voy haciendo pequeños avances. Voy encontrando mis formas particulares de estar. Y como la charla espontánea me aturde y me exaspera, ayer me dediqué a preguntarles uno a uno por cosas que realmente me interesan de sus vidas. Mi tía Araceli me contó cómo fue cantar con su coro en el auditorio nacional, donde les invitaron para un concierto benéfico de Manos Unidas. La pareja de mi primo, Míriam, me contó los años que su padre se pasó enrolado en la marina francesa a bordo de un submarino. Mi tía Cruz me puso al día sobre sus viejos compañeros de trabajo del ministerio de exteriores. ¿Se jubilaron en España o se quedaron en países lejanos? Luego me cogí un libro, y mientras esperaban al brindis con champán, me puse a leer.