We live in the game set by those who concentrate power. Every year we replay the same conversations about the same topics, guided by politicians and media that aim to control what we think. Vegan eco-resilience, abortion, identities, cultural heritage, strikes — debate focuses on what provokes, not on what unites us.
Yet we all share the same universal wants and needs: not to be robbed, the chance to build a life project under stable rules, access to good healthcare, the ability to live in peace. But we rarely talk about why those goals aren’t guaranteed or what limits we should place on those who usurp power. Today's debates are designed to divide and silence, not to build. Their goal is to keep their place on the throne.
As Bernard Cohen said: “The press may not succeed in telling people what they ought to know, but it is amazingly successful in telling them what to think about.” That explains why we spend hours on topics imposed on us.
What to do about it?
Reduce exposure: turn off social media, TV and radio. If it doesn't reach you directly, it can only affect you through others.
Prioritize the essentials: spend time with family and friends, exercise, eat well, and go into nature without your phone; this is what matters most at the end of each day.
Work on what you believe in and seek purpose: find what excites you, share and confront ideas with people who add value — don’t waste time on sterile conversations.
Finally, give your opinion: it’s important to communicate and present your ideas; sometimes you’ll be wrong or someone will appreciate a new perspective. But if expressing yourself causes friction with people who matter to you, ignore the noise, accept disagreement, and move on. Not everyone has to fit your ideal model — it’s absurd to lose a friend or family member because they think differently about something that, however important to you, likely doesn’t make you incompatible.
Don’t separate over trivialities; the more united we are, the stronger and less manipulable we become.
As was repeated many times a few months ago: only the people save the people.
Kote
Vivimos en el juego que marcan quienes concentran el poder. Cada año repetimos las mismas conversaciones sobre los mismos temas, guiadas por polĂticos y medios que buscan controlar quĂ© pensamos. Ecorresiliencia vegana, aborto, identidades, hispanidad, huelgas: se debate sobre lo que crispa, no sobre lo que nos une.
Sin embargo todos compartimos los mismos deseos y necesidades universales: que no nos roben, poder desarrollar un proyecto de vida con reglas estables, acceso a buena sanidad, poder vivir en paz... Pero rara vez hablamos de por quĂ© esas metas no están garantizadas ni de quĂ© lĂmites queremos poner a quienes usurpan el poder. Los debates actuales están diseñados para separar y silenciar, no para construir. El objetivo es mantener su sitio en el trono.
Como dijo Bernard Cohen: «La prensa puede no conseguir decirle a la gente lo que debe saber, pero es extraordinariamente eficaz en decirle sobre qué tiene que pensar». Eso explica por qué dedicamos horas a temas que nos imponen.
¿Qué hacer frente a esto?
Reduce la exposición: apaga redes, televisión y radio. Si no llegan a ti, solo te pueden afectar a través de terceros.
Prioriza lo esencial: pasa tiempo con la familia y amigos, haz ejercicio, come sano y sal a la naturaleza sin mĂłvil; esto es lo más importante al final de cada dĂa.
Trabaja en lo que crees y busca propósito, encuentra lo que te apasiona y comparte y enfrenta ideas con quien te sume, no pierdas el tiempo en conversaciones estériles.
Y por Ăşltimo, da tu opiniĂłn, es importante que te comuniques y que expongas tus ideas, a veces uno puede equivocarse o agradezca un nuevo enfoque, pero si el expresarte crea molestias con gente importante para ti, ignora el ruido, acepta discrepar y sigue. No todo el mundo tiene que encajar en tu modelo ideal y es absurdo perder a un amigo o familiar porque piensa diferente sobre algo, aunque ese algo sea importante para ti, seguramente no os haga incompatibles.
No os separĂ©is por tonterĂas, cuanto más juntos estemos, más fuertes y menos manipulables seremos.
Como se repitiĂł mucho hace unos meses: solo el pueblo salva al pueblo.
La canción del pirata de José de Espronceda (1808-1842):
Con diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela,
un velero bergantĂn.
Bajel pirata que llaman,
por su bravura, El Temido,
en todo mar conocido,
del uno al otro confĂn.
La luna en el mar riela,
en la lona gime el viento,
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y ve el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,
y allá a su frente Estambul:
«Navega, velero mĂo,
sin temor,
que ni enemigo navĂo
ni tormenta, ni bonanza
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.
Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés,
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.»
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi Ăşnica patria, la mar.
«Allá muevan feroz guerra,
ciegos reyes
por un palmo más de tierra;
que yo aquĂ tengo por mĂo
cuanto abarca el mar bravĂo,
a quien nadie impuso leyes.
Y no hay playa,
sea cualquiera,
ni bandera
de esplendor,
que no sienta
mi derecho
y dé pecho
a mi valor.»
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi Ăşnica patria, la mar.
A la voz de «¡barco viene!»
es de ver
como vira y se previene,
a todo trapo a escapar;
que yo soy el rey del mar,
y mi furia es de temer.
En las presas
yo divido
lo cogido
por igual;
solo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi Ăşnica patria, la mar.
¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me rĂo;
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena,
colgaré de alguna entena,
quizá en su propio navĂo.
Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di,
cuando el yugo
del esclavo,
como un bravo,
sacudĂ.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi Ăşnica patria, la mar.
Son mi mĂşsica mejor
aquilones,
el estrépito y temblor
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.
Y del trueno
al son violento,
y del viento
al rebramar,
yo me duermo
sosegado,
arrullado
por el mar.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi Ăşnica patria, la mar.